Estamos acostumbrados a la imagen liberal de la democracia y la política como resultados de un hipotético contrato originario entre individuos racionales motivados por su propio interés y que buscan seguridad y libertad para perseguir sus planes de vida sin ser molestados por los demás. Tal insolidaria imagen, que inspiró las políticas neoliberales desde 1976 hasta 2003, se prolonga en la idea de un ciudadano que revisa plataformas políticas para emitir un voto consciente y libre en la secreta soledad del cuarto oscuro. Nada más lejos de la realidad.
Propongo el reemplazo de esa imagen liberal, cuya utilidad metodológica sólo sirve a la legitimación de intereses particulares, por otra imagen más cercana a la realidad y más fecunda para la motivación y legitimación de acciones públicas por parte de ciudadanos reales, insertos siempre en asociaciones de diversa escala. Se trata de la imagen, muy santiagueña por otra parte, de la trama de un tejido. La democracia es una trama, con sus hilos y sus nudos, construida en un telar. Por muchas manos de teleras y teleros.
Podríamos multiplicar las analogías a partir de cada uno de los elementos de esta imagen, pero ahora quiero destacar solamente algunos.
Los hilos conductores de una democracia son de dos tipos básicos: los procedimentales y los sustanciales. Entre los primeros están las elecciones periódicas, las votaciones en los órganos parlamentarios, los controles entre poderes, la alternancia de grupos dirigenciales, etc. Entre los segundos están los derechos fundamentales garantizados constitucionalmente y efectivamente por el ejercicio del poder. Entre ambos hilos se realizan los principios que definen a la democracia como el régimen de la soberanía popular y del respeto a la dignidad humana.
Los nudos son las conquistas históricas de los pueblos que señalan como hitos irrenunciables la direccionalidad de los hilos. No sólo las elecciones de 1983, sino también la periodicidad ininterrumpida de las mismas, el funcionamiento cotidiano de los órganos de gobierno, la deliberación, el diálogo y la negociación como mecanismos para el manejo de conflictos, etc.; y además las conquistas históricas como el voto femenino, los mecanismos provisorios de discriminación positiva (cupos), etc. La constitucionalización de los tratados internacionales sobre ddhh, además de los juicios a los responsables de sus violaciones, son nudos fundamentales que consolidan valores democráticos sustanciales como la justicia, la igualdad, la memoria y la identidad.
Pero los nudos también son encrucijadas: momentos claves de nuestra historia política en los que se juega el sentido que tomarán los hilos: si se avanzará en una dirección de mayor equidad y redistribución de posibilidades, o se retrocederá hacia situaciones de desigualdad y privilegios. Un claro ejemplo de un nudo así fue la pulseada por las retenciones a las exportaciones de soja, o recientemente, el debate sobre la disolución del sistema que asoció las jubilaciones a la timba.
Entre los nudos problemáticos de nuestra democracia está todavía el de la colonización del espacio público por parte de los medios de comunicación que, tras una aparente neutralidad informativa y actuando desde el revés de la trama, defienden los intereses particulares de sus propietarios, imponiendo su visión apocalíptica del rumbo del gobierno, creando falsos dilemas –por ejemplo, seguridad vs. garantías-, seleccionando a quienes tendrán voz en los debates y quienes quedarán silenciados e invisibilizados. Volver al derecho lo que opera desde el revés es someterlos a las reglas de juego de la transparencia y el control democrático.
La democracia como trama significa pensarla como un tejido siempre inacabado, en el que hay que prestar atención a los hilos y los nudos, identificar el derecho y el revés. Para ello, hay que acceder al telar para hacer aunque sea un pequeño nudito. Diversas asociaciones pueden anudar sus estrategias para consolidar la direccionalidad de algunos hilos, o para revertir la de otros. La democracia como trama es tejida por todos, no sólo por el gobierno. El desafío, después de 25 años, es seguir tejiéndola con mayor consciencia ahora de hacia dónde van los hilos principales, cuáles son los nudos que hay que desatar y cuáles los que hay que atar, y volviendo al derecho lo que opera desde el revés.
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